La familia es un pilar
fundamental en el abordaje de los niños/as con TDAH. Desde que nacen los niños
aprenden del ambiente que los rodea. Pero los niños no sólo aprenden a cómo
actuar de sus padres, sino que las personas cercanas al niño participan de este
proceso de aprendizaje (hermanos, abuelos, profesores, compañeros del colegio)
es a ellos a quienes los niños observan y también son ellos los que muestran al
niño diferentes formas de comportarse.
Los padres suelen ser modelos a
los que el niño/a imita y admira, por lo que es recomendable dar una imagen
adecuada. Los niños aprenden más sobre lo que observan en nuestros propios
actos que sobre aquellas cosas que les decimos deben hacer. En este sentido, la coherencia es
un pilar esencial en la educación de los hijos, y especialmente en los niños/as
con TDAH. También paciencia y constancia son herramientas esenciales para
los padres que quieren ayudar a sus hijos a modificar su comportamiento.
Los niños que crecen en un entorno con consistencia en la forma que son tratados, son más relajados y se sienten cómodos con el ritmo cotidiano para comer, dormir y jugar. Teniendo esto en cuenta, la consistencia en la rutina es una importante herramienta para los padres que quieren modificar un específico comportamiento de sus hijos.
Los niños que crecen en un entorno con consistencia en la forma que son tratados, son más relajados y se sienten cómodos con el ritmo cotidiano para comer, dormir y jugar. Teniendo esto en cuenta, la consistencia en la rutina es una importante herramienta para los padres que quieren modificar un específico comportamiento de sus hijos.
El TDAH es uno de los trastornos más sensibles a la acción educativa del entorno, (principalmente familia y escuela). Por ello, una detección temprana (desde la familia y/ o la escuela), un diagnóstico correcto y un buen manejo psicopedagógico, médico y familiar del TDAH favorecerán el buen pronóstico del niño afectado.
Las principales actuaciones que podemos llevar a cabo para implicar a la familia pueden ser :
La familia no debe dudar en acudir a los
profesionales del centro educativo para recibir orientación y asesoramiento
sobre las pautas educativas más apropiadas para el entorno familiar.
Informar en todo momento a los padres de las
dificultades detectadas, y de la repercusión en el aprendizaje de su hijo/a. Para
ello les informaremos sobre los problemas de conducta y/o de rendimiento
académico detectados, e intentaremos contrastarlos con los comportamientos que
observan los padres en el entorno familiar destacando similitudes y diferencias
en el aprendizaje y comportamiento del niño en los dos ámbitos de su vida.
Les ofreceremos la posibilidad de que evalúe
al niño/a el orientador del centro o el centro de desarrollo infantil y
atención temprana (CDIAP) y una vez se conozcan los resultados de la evaluación,
orientar a las familias a otros profesionales que puedan confirmar el
diagnóstico médico y tratar el problema de forma específica, como el pediatra
del niño o el médico de familia que los podrá orientar hacia el especialista o profesional que, en su
opinión, es más adecuado al caso concreto (psiquiatra infantil, psicólogo o
neurólogo).
Sugerir a los padres
títulos de libros y direcciones de páginas web cuya información y contenido
sean seguros. Y también hacia asociaciones de padres de niños con TDAH, que generalmente,
ofrecen un servicio gratuito de información sobre el trastorno a las familias. Aquí
pueden conocer a más familias con la misma problemática e intercambiar
experiencias, consejos y sugerencias.
Es fundamental la coordinación y comunicación entre el
centro, orientador psicopedagógico, profesores, familia y/o profesionales
externos, pues sin ella es muy difícil que se mantenga de forma consistente la
supervisión del trabajo en casa o por parte de los profesionales externos que
puedan dar apoyo al alumno, de acuerdo a las expectativas del centro educativo,
con el objeto de mejorar el rendimiento académico. Los docentes y la familia han de tomar la misma actitud
positiva, acordar con el tutor un seguimiento con el resto de profesores para
ver cómo va evolucionando en las diferentes asignaturas. Planear conjuntamente
unos objetivos realistas tanto para padres como para profesores para llevar a
cabo entre cada cita. Pocos pero alcanzables. Ir aumentando objetivos según se
vayan cumpliendo.
Informar regularmente
a los padres de todos los aspectos, positivos y negativos: avances en el rendimiento académico, la
conducta del niño, estado emocional y relaciones con sus compañeros y
profesores. Hacer un seguimiento de los objetivos que funcionan y aquellos que
no y trasmitírselos a los padres.
Trabajar conjuntamente y valorar el trabajo realizado por ambas
partes. Comunicar a los padres si se van
a efectuar otras medidas de intervención, tanto dentro como fuera del aula: tipo
de intervención, tiempo de la intervención, fechas, duración, lugar donde se va
a intervenir, quien realizará la intervención, etc. No dudar en el diagnóstico: Asumir que las
características que demuestra el niño son debidas al trastorno y no a la mala
educación que hayan recibido de sus padres.
Valorar la importancia
de que la comunicación entre el centro y la familia, a través de la agenda,
contenga información de aspectos tanto positivos como negativos del alumno; así
como cuidar la forma en que se transmite.
Asegurarse que los alumnos han
recibido las instrucciones de las tareas previstas, para ello se recomienda
explicar las tareas para realizar en casa y apuntarlas en la pizarra. Dedicar
un tiempo cada día para que los alumnos apunten las tareas en la agenda. Que
los alumnos y los padres tengan acceso a las fechas de exámenes con suficiente
antelación, el contenido que abarcará, las fechas previstas para la entrega de
trabajos y lo que deberán contener, así como los libros que deben leer y las
fechas límite de entrega para planificar los tiempos de estudio y la
supervisión necesaria. Asegurarse que llevan el material necesario a casa para
realizar las tareas.
Aprovechar las
entrevistas para hablar de las dificultades encontradas, los progresos y para
establecer objetivos conjuntos y revisarlos periódicamente. Supervisar la
agenda como medio para controlar deberes, exámenes, trabajos, material, etc. y
para comunicaciones puntuales con el profesor evitando comentarios que
evidencien desacuerdos entre familia y escuela.
Sobretodo hemos de tratar de ser coherentes en mantener las
mismas expectativas en casa y en el colegio: lo que el alumno es capaz de hacer
en un ámbito, lo puede conseguir en el otro.
Ser persistentes. Los
cambios tardan en producirse.
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